Tener el deseo de dejar la bebida. Éste es el único requisito que, desde hacer 25 años, el grupo Renèixer de Alcohólicos Anónimos de Reus pide a aquellas personas que se acercan hasta su sede (en la calle Concepció), desesperadas por el infierno del alcoholismo. Este grupo, que esta noche celebrará sus bodas de plata, se rige por las mismas normas y principios de todos los grupos que Alcohólicos Anónimos tiene repartidos por el mundo, 11 de los cuales están en la provincia de Tarragona (dos en Reus).
Dos días por semana (lunes y jueves) sus integrantes se reúnen para compartir experiencias, resolver los problemas que tienen en común y, en definitiva, ayudar a otros a recuperarse. Todas las reuniones siguen un mismo patrón. Primero se leen los programas de los 12 pasos y las 12 tradiciones, unas guías personales y de comportamiento. «Es muy importante que el alcohólico reconozca su enfermedad y que su vida se había vuelto ingobernable», explica Gabriel, miembro del grupo Renèixer desde hace tres años cuando se vino a vivir a Reus, aunque vinculado a Alcohólicos Anónimos desde hace 33.
Los participantes en estas reuniones (una media de ocho personas), después de la lectura de los 12 pasos y las 12 tradiciones, hablan de un tema en concreto. No hay debate y siempre se respeta la palabra de quien está hablando. «Hablamos de emociones. Esta es la filosofía de vida que caracteriza a Alcohólicos Anónimos», asegura Gabriel, quien destaca que «yo siempre me he definido más como un enfermo emocional».
Escuchar la historia de este miembro activo del grupo Renèixer, aunque sea de manera resumida, estremece a cualquiera. «Empecé a beber alcohol a los 13 años, cuando vivía en L`Hospitalet de Llobregat. Me sentía más valiente y me ayudaba a ser aceptado en la sociedad», recuerda. Gabriel no se corta ni un pelo a la hora de reconocer que «he pasado por las tres fases "animales" del alcohólico. Primero la del mono, aquella en la que, después de tomarte dos copas, haces reír a todo el mundo y eres el gracioso del grupo. Después llegó la del león, cuando te vuelves agresivo, faltón, estúpido. Por último, sufrí la del cerdo, revolcándome en mi propia miseria y durmiendo en la calle».
Gabriel perdió todo por culpa del alcohol cuando todavía era joven. «Con 27 años perdí el negocio y mi mujer me hizo las maletas. Mi madre tampoco me quiso en casa y viví en el mundo de la miseria». Tocó fondo en 1978, año en el que se dijo que así no podía continuar y contactó con Alcohólicos Anónimos. «Había quedado muy deteriorado emocional y psíquicamente, pero en Alcohólicos Anónimos volví a nacer», recuerda.
Un caso atípico
El caso de Carmen, de 45 años, es muy diferente. «Cumplí los 43 sin haberme emborrachado nunca, a pesar de que mi padre y mi abuela habían sido alcohólicos», comenta. La incapacidad para resolver un problema familiar grave le llevó a la bebida. Empecé a preocuparme cuando me di cuenta de que me levantaba por la mañana y empezaba a beber anís o coñac y, sobre todo, al ver que cuando empezaba a beber no podía parar».
Un año después de su llegada a Alcohólicos Anónimos, Carmen está contenta. «A pesar de haber tenido dos recaídas, estoy mejor. Miro la vida de una forma más calmada», dice. El mensaje de Gabriel y Carmen es claro: «Aquel alcohólico que está receptivo puede dejarlo» y remarcan la importancia de asistir a las reuniones. Está demostrado que sobre un 80% de los que se van del grupo acaban recayendo», sentencia Gabriel.